Sin ningún género de dudas el ámbito de las actitudes, valores y normas encuentra en el área de Educación Física un medio idóneo para su conocimiento y desarrollo. No existe otra área del currículo de la enseñanza primaria y de la secundaria en donde se ponga en práctica tantas y variadas actitudes.
El alumno, agente protagonista del proceso de enseñanza-aprendizaje, tiene en los deportista profesionales o de élite un espejo en donde mirarse, y de él copia imita o asimila todo lo que observa. En muchas ocasiones lo que ve no se corresponde con las enseñanzas que recibe en el área de Educación Física en el colegio o instituto.
Recientemente, hemos asistido a un gran número de triunfos en el deporte español, ya sea a nivel colectivo: campeonatos del mundo de fútbol, baloncesto o balonmano,… o a nivel individual: tenis, ciclismo, motociclismo… Pero lo realmente importante, además del triunfo deportivo, ha sido cómo se ha producido éste. Estos triunfos han venido acompañados de un espíritu de deportividad poco frecuente en el deporte profesional.
Así hemos podido ver el afán de superación individual y colectivo, el respeto a las normas del juego y de los jueces y árbitros, el respeto al contrario, el sacrificio, la colaboración, la solidaridad, el compromiso, el saber ganar y perder con elegancia… puesto en práctica por los deportistas españoles. Todo ésto magnifica el propio triunfo deportivo.
Y sin duda, sus comportamientos y actitudes antes, durante y después del juego han sido unas valiosas lecciones para todos, niños y adultos. Ejemplos como los que hemos vivido facilitan la adquisición de actitudes, valores y normas en nuestra área.
Pero también los niños reciben de sus ídolos mensajes o enseñanzas poco apropiadas que pueden ser imitados. Actitudes como la de algunos jugadores de fútbol, por ejemplo, no son las más recomendables de observar por un niño, como es el ganar a consta de lo que sea. El dopaje en algunos deportes tampoco benefician al deporte en si, ni a su expansión y difusión, sobre todo en deportes minoritarios. Actitudes beligerantes como la de algunos entrenadores de fútbol son y deben ser rechazables.
Porque lo que el niño observa en el mundo del deporte, que generalmente entra dentro de sus intereses, lo reproduce en su vida diaria. Así se puede comprobar en el deporte base, cuando los niños se dejan caer dentro del área para simular penalti y engañar al árbitro, cuando agreden a otro jugador cuando se sienten impotentes y no aceptan la derrota, cuando ridiculizan al rival en la victoria…
Otro aspecto a tener en cuenta dentro del deporte de iniciación es la actitud de los propios padres, ávidos de condecorarse con los éxitos ajenos o de satisfacer sus propias frustraciones. Pero esto es otro tema…
El deportista profesional debe contraer un código ético con la sociedad, puesto que supone que son un máximo exponente de la misma. El sentirse observado, alabado y envidiado por una multitud ha de conferirle una responsabilidad especial, sobre todo en los niños. Esta responsabilidad le ha de conducir a un comportamiento ejemplar.
Está claro que los deportistas de élite no tienen por qué haber recibido una enseñanza deportiva tan especial en el modo de comportarse, pero en la iniciación tan importante es el dominio técnico y táctico, la preparación física o psicológica, como una buena formación como persona. Buen ejemplo de este buen hacer nos lo da la “fábrica” del Barcelona, la Masía.
Hacer buenos deportistas es muy importante, pero hacer buenas personas es aún más importante.
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