Como se suele decir la realidad, a veces, supera la ficción. Y en muchas ocasiones los técnicos educativos suelen realizar lo que denomino "educación-ficción".
Por nuestros correos electrónicos circulan muchos e-mails con mensajes graciosos y divertidos. Entre los docentes, recibimos y reenviamos aquellos que tratan sobre nuestra profesión. Recientemente he recibido por varias vías uno, que desde la exageración, invita a la reflexión, porque no desvaría tanto de lo que sucede en la realidad escolar.
El mensaje se titula "Experimento de inspectores de educación de Sevilla" y en se dice lo siguiente:
"Créase o no, ésta es una sugerencia que un equipo de inspectores de la Consejería de Educación ofrecieron a los directores/as de centros educativos de una comarca muy cercana a Sevilla:
El alumnado deberá contar entre su material con tres pequeños cubiletes de plástico: uno rojo, otro amarillo y el otro verde. Durante la clase, cada alumno atenderá a las explicaciones del profesorado y situará en su pupitre el cubilete que indique su comprensión de lo explicado. Rojo: "No entiendo nada". Amarillo: "No lo entiendo todo". Verde: "Lo entiendo". De esta manera, el docente, de un solo vistazo, captará si su explicación está llegando a la clase o, por el contrario, debe esforzarse por hacerse comprender y/o por bajar el nivel de complejidad de lo explicado.Pero miren cómo la realidad supera a la ficción. En los experimentos dentro de una clase ocurría esto:
-¿Maehtro, er cubilete amarillo pa qué eh?
-Maehtro, er Yozua ma quitao loh cubileteh.
-Maehtro, la Yeni eh una empollona, que ciempre tiene er cubilete verde.
-Maehtro, me zan perdío loh cubileteh, ¿puedo i ar cervicio?
-Maehtro, ¿ci zaco er cubilete verde maprueba?
-Maehtro, mira cómo toco la batería con loh cubileteh.
-Maehtro, er Crihtian ma ehcupío en er cubilete.
-Maehtro, yo lo primero lo he entendío pero aluego no, ¿qué cubilete pongo?
-Maehtro, ¿ci traemoh loh cubileteh hay que traé tamién er libro?
-Maehtro, yo er cubilete roho no lo pongo, que me llaman zurnormá.
Y es que sólo los que estamos dentro de una clase sabemos qué es eso. En los despachos parece todo muy bonito".
Efectivamente, la realidad escolar es muy distinta de la que se dibuja, se describe o se analiza en los despachos o en los estudios de los teóricos.
Actualmente la educación se encuentra observada y analizada por diferentes frentes que tratan de valorar su eficacia, informes tipo PISA, Pruebas de Evaluación de Diagnóstico, evaluación externa de los Servicios de Inspección Educativa... Y las conclusiones que se obtienen de los resultados son desalentadores en la mayoría de los casos.
Para tratar de arreglar este "presunto fracaso" las medidas suelen ir dirigidas sobre el propio sistema educativo, sobre las metodologías que se ponen en funcionamiento y especialmente sobre el profesorado.
El sistema educativo, que se entiende de modo diferente según la óptica política desde la que se observa, se ve sometido a constantes cambios y reformas, mediante leyes educativas, Reales Decretos, Órdenes... que a su vez se ven multiplicadas en cada Comunidad Autónoma con más Leyes, Decretos, Ordenes, Resoluciones, Instrucciones... Desde luego la normativa va por delante de la realidad. Apenas los docentes se van adaptando a ella, sufre nuevas modificaciones. Se estudian los resultados de esas normas y rápidamente se elaboran otras nuevas. Y me pregunto ¿los que elaboran las normativas conocen la realidad sociocultural en la que ha de desarrollarse?
Con las reformas educativas se introducen nuevos métodos, se proponen otras didácticas, se incluyen nuevos elementos curriculares (competencias básicas), en definitiva se nos "invita" a cambiar nuestros procesos de enseñanza.
Se supone que todos estos cambios son necesarios para adaptarnos a la realidad escolar que tenemos delante. Pero estos cambios no se pueden producir en un breve espacio de tiempo, requieren tiempo, al igual que el que precisa una fruta o un buen vino para que madure adecuadamente. Los procesos de enseñanza están impregnados del carácter y de las experiencias de cada uno de los docentes, y los cambios tanto en uno como otra, no suceden de la noche a la mañana. Necesitan una amplia y variada formación continua y permanente que vaya abriendo mentes, corrigiendo errores, descubriendo nuevas posibilidades educativas, modificando actitudes, confrontando la experiencias y conocimientos previos con otros nuevos, favoreciendo la innovación educativa, fomentando el trabajo en equipo,...
Pero como comentaba, este proceso de adaptación y readaptación continua precisa tiempo y paciencia. Y en la enseñanza se tiene poco tiempo y muy poca paciencia.
En el proceso de enseñanza y aprendizaje intervienen muchos agentes, además del profesorado, los alumnos, las familias, el entorno social y cultural...
En referencia a los alumnos, la modificación de conductas, actitudes y valores parece ser que es una función que recae en el profesorado, de ahí que se regulen tantas normas legales dirigido a éste ámbito. Por tanto, es de suponer, que la acción de las familias debe ser escasa al respecto.
El ámbito familiar ha cambiado bastante, en apenas 40 años el tiempo que dispone la familia para atender a sus hijos se ha visto reducido; el niño vive mucho tiempo sólo, pero sin embargo se le superprotege, se trata por todos los medios de no crearle traumas psicológicos, nunca los psicólogos han tenido tanto trabajo como ahora, a pesar de tanta protección; los niños disponen de todo tipo de juguetes y aparatos electrónicos; sus necesidades básicas suelen estar bien satisfechas; la visión que la familia tiene sobre el profesorado también ha variado, hemos pasado de ser un colectivo pobre, pero respetado, a vivir dignamente, pero "apaleado".
La sociedad ha cambiado, en algunos aspectos, radicalmente, no sé si para bien o para mal, pero ha modificado muchos planteamientos sociales.
Y todos estos cambios afectan directamente a la educación, no es lo mismo un niño del año 2010 que uno de 1975. Por ello se precisan modificaciones en el sistema educativo y en los procesos de enseñanza-aprendizaje. Pero a la hora de realizar valoraciones, me da la impresión, que se compara como si los niños de una y otra época fuesen los mismos.
Así, cómo es posible que un maestro en el año 1975, con 40 alumnos por clase, sin apenas recursos materiales y humanos, con una metodología conductista, con escasos incentivos profesionales, sin una formación permanente, y sin tantas y tantas otras cosas que disponemos actualmente, pudiera obtener unos resultados con sus alumnos similares a los que obtenemos actualmente. Es decir sacaba adelante a los niños brillantes y a los "normales", y sin duda, también obtenía fracasos con alumnos poco motivados, con déficit asociados o con desventajas sociales.
Quizás, porque un alumno de hoy valga por tres de los de antes, un niño de hoy tiene un bagaje, unas vivencias y unas experiencias que no las tenían los de antes. No estoy comparando, al contrario, estoy diciendo que ambas realidades no son comparables. Al igual que no son comparables las realidades en las que se sitúan los niños de distintos países de nuestro entorno, porque la incidencia de los factores sociales que inciden en ellos son distintos de los niños españoles. Sin embargo nos comparamos, ahí está el informe Pisa. Pero a la hora de comparar, no sólo hay que confrontar los resultados, también hay que sopesar muchas otras cosas, pero eso queda en el olvido, no se muestra.
Dudo mucho que el fracaso escolar resida exclusivamente en la acción docente, al contrario, esta acción en la mayoría de los casos está respaldada por una dedicación, responsabilidad y formación por encima de las exigencias. Y no trato con ello de hacer corporativismo, porque también reconozco la gran mediocridad de muchos otros.
La escuela o el instituto ha cambiado, ser profesor no es fácil, al igual que ser madre o padre tampoco lo es. Las dificultades que nos platea la sociedad actual son múltiples y complejas y para evolucionar y progresar en el buen camino se precisan muchas actuaciones dirigidas a distintos ámbitos. Si el cambio sólo se dirige a la acción docente estamos abocados al fracaso. No porque el docente sea el motivo del fracaso sino porque no se habrá actuado sobre esos ámbitos, que sin duda, tienen mayor incidencia en la educación de nuestros niños.
Seguro que por la acción, el esfuerzo y el sacrificio del docente no será... aunque estemos en tela de juicio constantemente.
Juan Carlos Muñoz Díaz
Publicado por Juan Carlos Muñoz Díaz en 13:49
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